Cinco razones para abandonar la indolencia climática

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Transcurridos dos años desde la ratificación del Acuerdo de París, la indolencia política parece haber contagiado a las políticas del medio ambiente. A pesar de que en el RD 1008/2017 el cambio climático ha sido incluido entre las amenazas para la seguridad nacional, España sigue supeditándolo a los intereses de las políticas económica y energética.

Recientemente se han publicado numerosos informes que describen los escenarios para una descarbonización de la economía española. Sin entrar en el análisis de estos informes, parece oportuno reflexionar sobre lo que debería ser una alternativa coherente que cumpla la hoja de ruta aprobada por la UE en 2011 para eliminar las emisiones en 2050.

Con respecto al mix energético existe coincidencia en introducir más renovables, reducir la utilización del carbón, algo menos la energía nuclear, y reforzar la posición del gas como energía de respaldo por el carácter intermitente de las renovables. Mientras hasta 2030 impera la prudencia y dejar las cosas casi como están, la mayor parte del esfuerzo se traslada al periodo 2030-2050, sin carbón ni nucleares, con un mix de renovables y centrales de gas de respaldo, condenadas a funcionar poco o nada.

También hay coincidencia sobre los beneficios de la descarbonización, porque abarataría el precio de la luz y reduciría las importaciones de combustibles fósiles. Esto es tan importante para los consumidores y las empresas que, si la descarbonización produce más ahorros que costes, no se comprende por qué debe perderse toda la próxima década para un cambio más profundo y rápido del mix energético.

Las alternativas que han ofrecido los estudios de la Universidad Tecnológica de Lappeenranta (Finlandia) o de Mark Z. Jacobson de la Universidad de Stanford (EEUU) son más claros. Marcan el objetivo de un mix 100% renovable y cero emisiones para 2050, desagregando el potencial y porcentaje de cada tecnología renovable con almacenamiento y cuantificando los impactos en la demanda, eficiencia energética y ahorro de energía, precios de la electricidad, empleo y salud. La conclusión de estos estudios es que, si la transición energética ya no es una cuestión de viabilidad técnica o económica, la única barrera es la voluntad política.

La clave de cualquier política de descarbonización es la gestión de la demanda

  • La insistencia en mantener el gas a toda costa, incluso aunque no se utilice, acabará siendo un coste inasumible para los consumidores e incompatible con un escenario sin emisiones y de alta eficiencia energética.
  • El crecimiento de las renovables no se debe orientar hacia las grandes instalaciones renovables sino hacia la generación distribuida y descentralizada, integrándolas en los edificios y en el transporte.
  • La maduración de las baterías de almacenamiento está siendo más rápida que la que tuvo la fotovoltaica y hará innecesario el gas como energía de respaldo. El almacenamiento determinará el futuro de las eléctricas por su impacto en la reducción de la demanda.
  • La combinación del autoconsumo con almacenamiento, contadores, redes inteligentes e infraestructuras de recarga para el vehículo eléctrico permitirá una integración masiva de renovables y eficiencia energética.

Estas tendencias, recogidas en las directivas europeas del paquete de invierno, responden a los cambios que se están produciendo en las tecnologías de generación y eficiencia que dan al consumidor el poder y el derecho a actuar sobre la demanda energética. La fuerte oposición de España a estas directivas es un mal presagio, pero dejar la descarbonización para después de 2030 puede suponer que las emisiones energéticas se disparen hasta el 72% y 83%, según PWC, además del coste de no hacer nada frente a la variabilidad extrema del clima.

¿Por qué debemos abandonar la indolencia climática?

La descarbonización es una meta a largo plazo y requiere estabilidad en las políticas. Dejar para 2030 lo que se puede hacer en 2020 crea inseguridad y retrasa el cambio de modelo energético que necesita la recuperación de la economía española. Hay más razones para abandonar la indolencia climática:

  1. España no puede seguir al margen de la primera inversión energética del mundo

Las renovables, según BNEF, representarán hasta 2040 el 75% de los 10,2 billones de dólares que se invertirán en generación. No se pueden defender las barreras a las renovables dentro de España y presumir de las inversiones que las empresas españolas hacen en el exterior.

  1. Las renovables serán la energía más barata en 2020; rebajan el precio de la luz y son más rentables que los combustibles fósiles y la nuclear

En toda Europa la mayor participación de renovables en el mercado mayorista abarata la energía y los estudios de IRENA y LAZARD adelantan que en 2020 la fotovoltaica reducirá sus costes un 50% y la eólica un 27%, después de haberlos reducido un 80% y un 40% respectivamente desde 2009.

  1. La tercera mayor inversión energética del mundo, después de la solar y la eólica, son las tecnologías inteligentes (Smart Energy)

Es decir, redes y contadores, baterías de almacenamiento, microrredes y eficiencia energética. El almacenamiento fotovoltaico en hogares y empresas protagonizará el mercado energético. Es la transición hacia la energía descentralizada y distribuida frente a la generación centralizada, más cara y contaminante.

  1. El vehículo de combustión interna tiene los días contados

Las baterías se abaratarán un 70% en menos de diez años. Los compromisos de inversión de los fabricantes de vehículos eléctricos superan los 90.000 millones. En 2025 se alcanzará la paridad de precios con el vehículo convencional y en 2040 representarán el 50% de las ventas, desplazando 8 millones de barriles diarios de crudo. Sólo la lentitud en el desarrollo de las infraestructuras de recarga frena al vehículo eléctrico.

  1. El apoyo a las renovables y al almacenamiento ha llegado a las instituciones financieras y a la mayoría de los inversores por su mayor rentabilidad

Las grandes empresas de todo el mundo están invirtiendo en instalaciones renovables o comprando energía para asegurarse un suministro 100% renovable. La generación distribuida ha sido la primera tendencia en las operaciones corporativas que se han producido en el sector energético en el mundo durante 2017 y anticipan un nuevo modelo productivo y un nuevo complejo tecnológico e industrial


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