A mediados de julio el deshielo del Ártico alcanzó un nuevo record. El 97% de la superficie de Groenlandia ha quedado cubierta de agua y un iceberg del tamaño de la isla de Manhattan navega a la deriva en el mar porque los glaciares avanzan más rápidamente hacia el océano. Lo mismo está pasando en el Antártico. El nivel de los mares subirá y se extenderán los fenómenos naturales más extremos por el calentamiento global. El cambio climático avanza con más rapidez por el uso masivo de los combustibles fósiles, gas, petróleo y carbón, en todos los usos de la energía. ¿Hasta cuándo la política energética podrá seguir ignorando el cambio climático?
Pero aquí la ignorancia se ha tornado en estupidez al insistir en el mismo patrón de crecimiento que nos ha conducido al desastre y se anuncia una Ley de costas que permitirá construir y urbanizar todo el litoral hasta el último rincón de suelo. El modelo EUROVEGAS, que parecía una excepción, está interiorizado en las más altas instancias del país. Pero la subida del nivel del mar augura graves desastres en nuestras costas con un impacto económico negativo muy superior al que se quiere aprovechar con la especulación inmobiliaria.
El cambio de patrón de crecimiento de la economía española tiene mucho que ver con el cambio de modelo energético. Son dos cambios que han de ir unidos de manera inexorable. La exhuberancia y el derroche del modelo financiero y del modelo energético están también en los fundamentos de una economía basada en el desarrollo ilimitado de infraestructuras y urbanizaciones sin tener en cuenta los límites de los recursos ni su sostenibilidad ambiental. Ahora que lo sabemos es ineludible reaccionar y actuar de otra manera.
Necesitamos una política a largo plazo para la economía real y el deshielo del Ártico marca los límites de los combustibles fósiles. El ahorro de energía y las fuentes renovables son la referencia fundamental tanto para el cambio de patrón de crecimiento como de modelo energético. Hacen compatible el aumento de la riqueza con otra especialización productiva, la competitividad y la innovación con la preservación del planeta. Es la mejor forma de solidaridad.
La nula repercusión del deshielo del Ártico en la política, la economía e, incluso, en la opinión pública refleja la enorme distancia que hoy existe entre los intereses de quienes dirigen las instituciones y gobiernos y los intereses colectivos. Se olvidan de que el crecimiento y el bienestar futuro dependerán del caso que hagamos hoy a ese testigo incómodo que es el cambio climático.