El fallecimiento de Hugo Chávez ha puesto de relieve cómo la geopolítica del petróleo ha determinado la política y la economía global durante los quince últimos años. La evolución de los precios del crudo desde 1999 hasta 2013 marca una tendencia alcista desde los 10 dólares hasta los 146 en 2008 y los 111 dólares en 2013 a través de un pacto en la OPEP entre Venezuela y Arabia Saudí y unas excelentes relaciones de Chávez con Irán. La gran crisis financiera que se inicia en 2008 y la permanente crisis de la eurozona, que castiga con más intensidad a España, están directamente relacionadas con el encarecimiento del petróleo. La era del petróleo caro está detrás del mantenimiento del liderazgo de Chávez y la tendencia que se prevé hasta 2035 es que seguirá subiendo hasta los 215 dólares por barril. Todos los países con mayor intensidad petrolera han hecho grandes esfuerzos durante este tiempo para reducir el consumo y la dependencia del petróleo; España es la excepción y ha visto cómo en muy pocos años su déficit comercial energético se ha más que duplicado eliminando el concepto de ahorro de la política energética.
Si observamos el mapa solar del mundo se puede comprobar cómo desde California a Oriente Medio, pasando por España, la irradiación solar es nuestra mayor reserva energética, con una potencia ilimitada, a coste cero de extracción, suministro y disponibilidad inmediata en cualquier punto de la geografía peninsular. La paradoja es que los países productores de hidrocarburos utilizan sus reservas como arma estratégica para sus intereses nacionales y que España, con las mayores reservas estratégicas de renovables, las prohíbe para incentivar el consumo de fuentes fósiles importadas del exterior.
La mayor explotación de los recursos propios frente a los ajenos es una decisión racional para levantar una economía moderna. Lo contrario es irracional. Unos recursos ajenos, como son los combustibles fósiles, que imponen sus precios desde los países exportadores a través de grandes monopolios internacionales y mercados especulativos, condicionan la política de los países importadores hasta límites inaceptables como en la actual crisis iniciada en 2008. La explotación de los recursos propios está vinculada al desarrollo de la economía productiva del país que los posee y a la exportación de su propio know-how. Es la clave del liderazgo. Un país sin hidrocarburos está sometido a la volatilidad y vulnerabilidad propias de la economía especulativa y no será nunca dueño de sus propias decisiones. Un país con un gran potencial de recursos renovables autóctonos, tiene la posibilidad de utilizar su mayor independencia energética para crear un modelo productivo competitivo e innovador y más protegido ante las crisis de suministro propias de los riesgos de la geopolítica de los hidrocarburos.