Resumen: La prórroga a la central nuclear de Garoña y el anuncio de una nueva tasa a las renovables son dos maneras muy distintas de aplicar medidas retroactivas con un criterio más ideológico y sin atender la urgencia de emprender una profunda reforma de nuestro sistema energético.
Dos hechos se han producido de manera simultánea, la prórroga a la central nuclear de Garoña y el anuncio de nuevas tasas a las renovables, que demuestran dos maneras muy distintas de aplicar la retroactividad atendiendo más a principios ideológicos que a un proyecto de reforma y cambio del modelo energético.
La prórroga que el Gobierno ha aprobado a Garoña se basa en argumentos que nada tienen que ver con la realidad. No mejora la dependencia energética porque el uranio se importa del exterior; no incide en la seguridad de suministro porque en estos momentos sobra capacidad en el sistema y hará que se incrementen los costes regulados para compensar al gas y al carbón; no está garantizada la seguridad porque no se han implantado los estándares post-Fukushima, ha excedido los cuarenta años de vida útil, mantiene problemas de envejecimiento de materiales y deberá acreditar los requisitos impuestos por el CSN; no beneficia al consumidor porque se seguirá retribuyendo como la energía más cara y sus beneficios extraordinarios no tendrán contrapartidas; su desmantelamiento garantizaría nuevos empleos por más de diez años y el dinero de ENRESA seguirá llegando a los municipios al poderse almacenar los residuos en un ATI en superficie como ya se ha hecho en Zorita y Trillo, sin necesidad de un ATC.
La prórroga de Garoña llega al mismo tiempo que se conoce el informe encargado por el Parlamento de Japón sobre Fukushima. Sus conclusiones suenan a algo conocido en cualquier país con nucleares: se actuó más por interés propio de los reguladores y propietarios que por la seguridad pública. No tiene sentido apoyar una energía como la nuclear que solo funciona como un magnifico sistema de privatización de beneficios y socialización de pérdidas y que a la postre resulta tan cara que solo es viable con fuertes ayudas públicas. La empresa nipona TEPCO ha sido nacionalizada y la crisis nuclear no ha acabado.
La tasa a las fuentes renovables es otra forma de retroactividad pero al revés. Inversiones que se hicieron en la confianza de un marco jurídico y económico aprobado en el BOE se ven arruinadas por la modificación arbitraria antes de tiempo de ese mismo marco legal. Una inseguridad jurídica tercermundista es utilizada para eliminar la industria y la producción renovable contraviniendo la política energética europea y el cumplimiento de sus directivas. Bajo la injustificada complacencia de que España ya ha alcanzado en 2012 los objetivos de 2020 en renovables, eficiencia energética y CO2, se está desmontando el modelo de renovables, el mismo que acaba de copiar Japón.
El mantra de que las renovables son un riesgo para el sistema ha calado; pero así como en el caso de Garoña se argumenta de manera engañosa, con las renovables ni eso y bajo el manto de la opacidad y medias verdades sobre todo lo que se refiere al sistema eléctrico se denigra la tecnología y punto. Sin embargo los hechos son otros y llueve sobre mojado. El anterior gobierno, con el RDL 14/2010, recortó la retribución de las renovables en más de 5.000 M€ incluyendo la limitación de horas a la fotovoltaica; un mes después subió la luz un 10% y la CNE lo achacó a las ayudas al carbón y al carácter inflacionista de las subastas que fijan el precio del recibo. En 2012 el actual gobierno, aprobó una moratoria renovable en enero para luego subir dos veces la luz otro 11% y la causa principal es la bajada de la demanda eléctrica y los costes extrapeninsulares por llevar la luz a Baleares y Canarias.
En los dos últimos años se ha demostrado que no tiene sentido atacar ni frenar las renovables porque todo lo que se ha legislado contra ellas no ha evitado que siga subiendo la luz y no baje el déficit de tarifa. Pero a pesar de la evidencia se insiste en el error con la connivencia de gobiernos, reguladores y empresas para no abordar sus verdaderas causas. ¿Por qué sube la luz y no baja el déficit tarifario? Porque es un problema de modelo energético; el actual se basa en incrementar el consumo de energía todo lo posible para que los ingresos del sistema estén garantizados a base de continuos parches regulatorios. Desde 2008, con la crisis económica y financiera, ese modelo ha entrado en barrena y la sobrecapacidad del sistema, resultado de una nefasta planificación energética, convierte a las renovables en una amenaza a combatir por las tecnologías fósiles y convencionales cada vez menos competitivas. La falta de competencia hace el resto, como acaba de denunciar la propia Comisión Europea.
Lo que debería incluir una política de impulso al crecimiento y la competitividad de la economía es un cambio profundo de modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia y la independencia energética. Y en esa estrategia las renovables y los servicios energéticos constituyen el principal instrumento de reactivación. Y no solo no tiene sentido atacar y levantar barreras a esa economía verde sino que hacerlo supone ir a un escenario futuro en el que pasará con las grandes corporaciones energéticas lo mismo que hoy está pasando con las entidades financieras.