¿Qué hacemos con el modelo energético?

La energía es una de las actividades más opacas y menos transparentes que, sin embargo, afectan a un servicio básico para la sociedad. Esta contradicción se apoya en el desconocimiento que existe sobre todo lo relacionado con los usos de la energía y en la despreocupación alimentada por una publicidad que para incentivar el derroche energético habla siempre de energía abundante, barata y segura, trasladando a la política y los medios una incapacidad casi permanente para abordar los problemas energéticos.

Una visión estratégica es imprescindible para comprender el pasado y el futuro de la energía y la convicción de que la energía es lo que mueve el mundo y el principal instrumento de transformación social. Con esa perspectiva se acaba de publicar por la editorial Akal el libro “Qué hacemos por otra cultura energética” que los autores, Manuel Gari, Javier García Breva, Begoña Mª Tomé Gil y Jorge Morales de Labra presentaron en la Feria del Libro de Madrid el pasado 9 de junio.

Condensar en tan pocas páginas los problemas energéticos, desde la geopolítica mundial de la energía hasta el sistema energético español y sus externalidades sociales y económicas, es una síntesis completa que lo convierten en un pequeño gran libro. La última década ha sido una demostración de cómo la crisis financiera está vinculada con la crisis energética y que el precio de las materias primas energéticas determina las crisis y cómo en estos momentos la realidad social de los países productores de combustibles fósiles hace muy vulnerable la economía global y en mayor medida la de países, como España, con la mayor dependencia energética de los hidrocarburos.

La conclusión es la necesidad de un cambio de modelo energético como condición necesaria para la salida de la crisis actual. El modelo energético basado en el mayor consumo de hidrocarburos importados del exterior hace crecer todos los costes y precios de la economía y conduce a una pérdida de soberanía inaceptable y a un derroche en el consumo y en las emisiones contaminantes que es la mayor insolidaridad con las futuras generaciones.

La transición a un modelo energético basado en recursos energético propios como las renovables, el autoconsumo y la eficiencia energética es la clave para cambiar también el modelo de crecimiento económico con nuevas especializaciones productivas basadas en la innovación de las tecnologías renovables. Es el mayor potencial de riqueza y empleo de que disponemos para reactivar la economía.

La mayor barrera para avanzar en ese cambio es la regulación de nuestro sistema eléctrico, basada en la falta de competencia que permite trucos y metodologías de conformación de precios referenciados al de las fuentes más caras, como el gas y el carbón, que sostienen los ingresos del sistema, anulando los beneficios que para los consumidores tiene un mercado con mayor ahorro de energía y consumo de renovables.

Toca elegir el modelo energético más idóneo sobre la base de situar al consumidor en el centro del sistema como consumidor-generador y parte activa en la gestión de la demanda y esa elección implica otra política económica y otra política energética.