Por un mix energético europeo

Las diferencias entre los objetivos de energía y clima aprobados por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo para 2030 en enero y febrero de 2014 expresan las contradicciones de los 28 Estados miembros de la UE entre una economía basada en el mayor uso de los combustibles fósiles y la energía nuclear o una economía baja en carbono con la utilización masiva de renovables y eficiencia energética.

La coalición de Gobierno en Alemania ha ratificado su hoja de ruta energética basada en el cierre nuclear, mayores objetivos de renovables y ahorro de energía. Francia ha aprobado su proyecto de transición energética, reduciendo la cuota nuclear, aumentando los objetivos de renovables, eficiencia energética y reducción de emisiones. La Comisión Europea ha lanzado su iniciativa de empleo verde con el objetivo de crear un millón de empleos en renovables, eficiencia y gestión de residuos. En todos los casos se vincula la transición hacia un modelo energético bajo en carbono con la oportunidad de la recuperación de la economía, pero la sensación es de caos y de que cada país decide por su cuenta ante la titubeante política de Bruselas.

Todos los análisis coinciden en señalar que de aquí a 2035 la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles y la geopolítica del petróleo devendrán en futuras crisis de suministro. Ante este escenario, la dependencia energética de Europa no deja de crecer, realimentada por la ausencia de una política común que supedita las decisiones de energía al exclusivo ámbito nacional.

Es urgente definir un mix energético europeo coherente con los objetivos de energía y clima a los que se han comprometido los Estados miembros con la prioridad de reducir las importaciones de gas y petróleo y eliminar las emisiones de CO2. La recuperación del liderazgo de Europa no depende solamente de su pujanza económica sino de su autosuficiencia energética y ésta exige más planes y objetivos vinculantes de renovables y eficiencia energética asociados a la generación distribuida y al impulso de la industria europea. Las cuentas salen.

El informe sobre perspectivas tecnológicas de la Agencia Internacional de la Energía (ETP 2014) considera que en los próximos 40 años habrá cambios radicales en el uso de la energía, por los que la participación de los combustibles fósiles en el mix de generación eléctrica bajará del 65% en 2011 al 20%, al mismo tiempo que las renovables crecerán del 20% actual al 60% por la mayor electrificación de la economía mundial. Las cuentas del ETP 2014 son que para que la temperatura del planeta no supere los dos grados se requerirá una inversión acumulada hasta 2050 de 44 billones de dólares que se compensaría por un ahorro de 115 billones en combustibles fósiles.

Bloomberg, en sus previsiones para 2030, afirma que el 70% de las nuevas instalaciones de generación serán renovables y las inversiones en tecnologías limpias crecerán un 230%, hasta los 482.000 M€, debido principalmente a la reducción en un 50% de los costes de la fotovoltaica.

El informe REMap 2030 del Foro Energía Sostenible para Todos (SE4ALL) de la ONU reafirma la viabilidad económica y tecnológica para que la generación renovable crezca del 18% en 2010 al 36% en 2030. Supondría una inversión de 196.000 M€ que se compensarían con el ahorro de 547.000 M€ en costes de contaminación y consumo de combustibles fósiles y en un 40% de ahorro de energía.

El informe del Centro Común de Investigación (JRC) de la UE afirma que si no se actúa para mitigar el cambio climático, el calentamiento costará a Europa a partir de 2050 el 1,8% del PIB, lo que equivale a 190.000 M€ al año. Los costes no se repartirán por igual y mientras la pérdida de PIB en el sur de Europa llegaría al 3%, en el norte europeo no superaría el 0,2%. No hacer nada o rechazar la alternativa renovable es la opción más cara.

Estos datos son corroborados en las distintas comunicaciones y directivas de las instituciones europeas sobre energía y clima y en todos se llega a la misma conclusión: la dependencia de los combustibles fósiles y las emisiones de CO2 son la principal amenaza energética y de seguridad. Las inversiones para reducir y anticipar los impactos negativos del actual mix energético con tecnologías bajas en carbono son viables económicamente y deben de marcar las prioridades para una transformación del modelo energético.

Europa ha liderado el desarrollo de las tecnologías limpias en el mundo y ha comprobado cómo el mayor consumo de renovables reduce el precio mayorista de la electricidad. Para los consumidores y para la recuperación de la industria es imprescindible un nuevo mix energético europeo en el marco de una política energética común y una estrategia supranacional a largo plazo sobre el uso de la energía.