Mientras todos los focos de atención se han centrado en el borrador de nuevo decreto de más recortes a las renovables, aumentando los ingresos a las fuentes convencionales y llevando una parte del déficit tarifario a los presupuestos del Estado, casi nadie ha advertido que un día antes se publicaban en el BOE cuatro resoluciones del Ministerio de Industria anulando todas las convocatorias de ayudas a la eficiencia energética. Se cumple así lo establecido en el RDL 13/2012 y se puede afirmar que España ya no dedica ni un euro de apoyo a la eficiencia energética, según el Ministerio, por justificadas razones de interés público. Anuladas las renovables y las políticas de ahorro se piensa que desaparecerán las tensiones en el sistema eléctrico. Craso error, porque esas tensiones tienen más que ver con los efectos de la propia crisis económica.
La demanda eléctrica está en niveles de 2005. El año pasado se redujo un 1,9% y solo en enero pasado un 4,3% y, por el contrario, las importaciones energéticas siguen costándonos más cada año y constituyen el 86% del déficit comercial. El Ministerio calcula que este año bajará el consumo eléctrico un 0,3%, pero a la vista de cómo ha empezado el año será mucho mayor así como la pérdida de ingresos para el sistema y la sobrecapacidad de generación producirá más pérdida de rentabilidad. Esa es la razón por la que los pagos por servicios de ajuste, los pagos por capacidad y restricciones técnicas en 2012 han crecido mucho más que las primas renovables. Por lo demás, si el clima de recesión continúa y los bancos siguen sin liquidez, nada indica que el consumo eléctrico se recupere sino que se incrementará mucho más el déficit de tarifa.
La única alternativa que el Ministro Soria ha planteado es la de “reindustrializar” España. Y sorprende su incoherencia porque en el sector energético está culminando una política de desindustrialización de las renovables y de los servicios energéticos cuando desde la política europea se ven como un factor de reactivación económica y de empleo. En realidad esa propuesta encierra una carencia de alternativas en unos momentos donde sería necesario un mayor liderazgo y consenso para impulsar nuevas especialidades productivas con las tecnologías energéticas limpias por las que compiten las dos primeras potencias económicas del mundo, EEUU y China.
Hace mucho tiempo que el mundo compite por la eficiencia energética, por la reducción de la dependencia y de la intensidad energética. Aquí, eliminar las ayudas a las inversiones en servicios energéticos es otro error cuando vemos cómo en continentes enteros, véase Latinoamérica, el concepto de ahorro de energía es la mejor tarjeta de entrada. Si hay una razón de interés público precisamente no es para eliminar las políticas de ahorro de energía sino para construir un consenso nacional por la eficiencia energética. Porque es una política de crecimiento y empleo.