Ojos que no ven…

La percepción del cambio climático que se tiene en la política y la economía es nula. Mientras el economista sólo cuenta el tiempo de trimestre en trimestre, el político sólo ve el que va de unas elecciones a las siguientes. La visión errónea que se tiene es que es un fenómeno de fin de siglo. Así, no es de extrañar que en cada cumbre sobre el cambio climático, como la que se celebra esta semana en Doha, se confirma el desinterés global por la lucha contra el aumento de la temperatura del planeta y el insuficiente esfuerzo en el desarrollo de las renovables para mitigar las emisiones de CO2.

Se ha extendido el consenso sobre la gravedad del descontrol de la temperatura de los mares a partir de las emisiones provocadas por el consumo de carbón, gas y petróleo y el deshielo de los polos. El Banco Mundial, la Agencia Europea de Medio Ambiente, la Organización Meteorológica Mundial, Price Waterhouse&C y la ONU han coincidido en que la temperatura del planeta superará los 4ºC y 6ºC a lo largo del siglo y que en 2020 se superarán los 2ºC. A partir de los dos grados los efectos son irreversibles y los fenómenos atmosféricos extremos pondrán a miles de millones de seres humanos en situación de riesgo. El huracán Sandy ha sido más violento porque la temperatura del mar creció 2,8ºC y este fenómeno ya es apreciable en costas como las del Mediterráneo.

También hay consenso en el impacto económico del cambio climático. Cuando ya habíamos olvidado el informe Stern, que en 2007cuantificó sus efectos en una pérdida del PIB mundial entre el 5% y el 20%, en la última Asamblea General de la ONU se presentó un nuevo informe que prevé una pérdida del PIB mundial del 3% a partir de 2030 y la Agencia Internacional de la Energía ha advertido que cada dólar que no gastemos hoy en la lucha contra el cambio climático serán cuatro dólares los que tendremos que gastar mañana para combatir sus efectos.

Una mezcla de complacencia e ignorancia está impidiendo ver que los impactos del cambio climático también han llegado hasta nosotros. Nadie analiza los más frecuentes fenómenos climáticos extremos, inundaciones, sequias, incendios o contaminación atmosférica por un modelo económico y energético irracional. Mientras, el cambio climático ya tiene un coste económico y social que todavía no se quiere llevar a las estadísticas, pero esta ahí para crecer rápidamente.

Es necesario hablar de ética de la energía para reclamar un modelo energético limpio que no deje a las próximas generaciones una herencia climática tan destructiva. Porque en Doha se volverá a constatar que el mundo camina hacia un modelo energético insostenible por las ayudas a los combustibles fósiles y el insuficiente esfuerzo para impulsar las renovables.