La hora de las decisiones

Extracto del libro “Qué hacemos por otra cultura energética” de Manuel Garí, Javier García Breva, Begoña María-Tomé y Jorge Morales de Labra de la colección QUÉ HACEMOS, editado por AKAL, que fue presentado en la Feria del Libro de Madrid el pasado domingo 9 de junio

Una futura crisis energética como la que se está gestando solo puede prevenirse cambiando el modelo energético que nos conduce a ella. Seguir apostando por el petróleo, el gas, el carbón o las centrales nucleares con regulaciones opacas, sin transparencia alguna y teniendo al consumidor permanentemente cautivo de los monopolios energéticos solo conduce al atraso económico, a desigualdades insoportables y riesgos inasumibles para la sociedad.

Estamos frente a la urgencia de consumir más energías renovables. Viviendo estos días los inciertos e inasumibles costes de los combustibles fósiles y de la radiactividad nuclear, la apuesta por las renovables es una cuestión de sentido común y de visión estratégica.

El carácter autóctono e ilimitado de las renovables y su flexibilidad hacen posible su aplicación en muy pocos meses, con la potencia que se necesite y en el mismo punto de consumo. Esta sencilla virtud es suficiente para revolucionar el concepto de energía tal y como se nos ha transmitido desde la primera y segunda revolución industrial y representa la amenaza más seria al modelo energético basado en las tecnologías convencionales de los hidrocarburos y las plantas nucleares. La renovable es la única tecnología que puede llevar la luz a los miles de millones de habitantes del planeta que no pueden acceder a ella. Pero tienen otra cualidad mucho más importante para el ciudadano y el consumidor que hasta ahora ha negado el sistema energético: la transparencia.

La maduración de las tecnologías renovables se está produciendo a una velocidad tan rápida que ya no permite que se hable de objetivos imposibles, porque lo que hace tan solo cinco años parecía inalcanzable hoy se ha superado; tanto en reducción de costes, bajada de precios, integración en la red, mayor rendimiento energético, rapidez de aplicación, integración en sistemas urbanos y de transporte, más potencia instalada en menos tiempo; en definitiva, plena competitividad.

En los próximos años las tecnologías de generación van a experimentar un cambio espectacular por la rápida evolución de las tecnologías renovables y su más rápida aplicación las va a convertir en la tecnología óptima para afrontar los dos cuellos de botella que van a atenazar la economía mundial en las próximas décadas: la seguridad de suministro de energía y los impactos derivados del cambio climático. El flujo de inversiones hacia las renovables y las tecnologías limpias de ahorro y eficiencia energética podrían permitir una mayor penetración de las renovables en los sistemas energéticos, en los procesos productivos, en las ciudades y en el transporte. Se ha comprobado lo que la propia ONU precisó en sus informes sobre la energía en el mundo, en el sentido de que cada vez que se duplica el uso de las tecnologías renovables, sus costes descienden un 20%.

La decisión puede adoptarse, el problema no estriba en una comparación de costes entre energías convencionales y las alternativas, porque los beneficios de las renovables son objetivos y cuantificables desde el momento en que cada kilovatio renovable evita importaciones energéticas y emisiones de CO2.  Mientras que el coste de las renovables se sabe con certeza porque el recurso entra a coste cero en el sistema, nadie conoce de la misma manera el precio del gas o del petróleo porque lo determinan unilateralmente los países exportadores de crudo, a lo que hay que añadir la falta de competencia en sectores que paradójicamente están liberalizados.

La decisión de apostar por otro modelo energético es más urgente no solo para anticiparse a futuras crisis sino porque ese cambio es ya una tendencia global que incorpora nuevas especializaciones productivas y un patrón de desarrollo económico diferente.

Lo más importante para evitar próximas crisis energéticas va a ser tener una visión y una dirección a largo plazo que tenga la convicción clara de lo que representa para el futuro de cualquier nación una estrategia energética sostenible o no tenerla. Son urgentes objetivos ambiciosos de renovables en las próximas décadas para aplicarlos directamente en las ciudades, los campos, las empresas, convirtiendo cada centro de consumo en centros de generación de energía; una regulación que dé certidumbre y seguridad a las inversiones, impulse las empresas de servicios energéticos y se plantee como prioridad absoluta el ahorro y la eficiencia energética.

Ha terminado el tiempo de la ambigüedad y toca elegir el modelo energético más idóneo. Que de esta crisis salgan triunfadores los combustibles fósiles es un suicidio, es condenar a la ciudadanía a futuras crisis aún más graves y mayor desigualdad. Pero en la crisis financiera ya han salido triunfadores los mismos que la originaron. Lo cual nos lleva a la conclusión de que las soluciones de las crisis no pueden surgir de las mismas políticas ni gestionarlas las mismas personas que las provocaron. Es urgente otra política económica y otra política energética.

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