En el informe de la Comisión Europea al Consejo Europeo de 22 de mayo de 2013, para afrontar los desafíos energéticos de la dependencia de las importaciones de gas y petróleo y el incremento de los costes regulados, la Unión Europea establecía como prioridades de política energética el aumento de la competencia de los mercados energéticos con mayores objetivos de eficiencia energética y de renovables para reducir los precios mayoristas de la electricidad. En los informes de la Comisión Nacional de la Competencia y de la Comisión Nacional de la Energía sobre la reforma eléctrica se vuelve a recalcar que el incremento de la generación descentralizada mejora la competencia e incentiva la bajada de precios para que los clientes puedan reducir sus costes energéticos.
Se acaba de presentar por PwC el informe de la “XIII Encuesta Mundial del sector eléctrico y de energía” en el que se afirma que para 2030 el 20% de la generación eléctrica mundial procederá de fuentes descentralizadas, arrebatando esa cuota de mercado a la generación centralizada. El cambio se está produciendo por el desarrollo de las tecnologías de eficiencia energética, la mejora de la competitividad de la generación fotovoltaica, los contadores y redes inteligentes y una transformación del consumidor final que participa activamente en la gestión de la demanda. Esta tendencia mundial es la que se contempla en las directivas europeas de renovables y de eficiencia energética y anticipan la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo de negocio energético, muy distinto al tradicional, basado en la eficiencia energética y la generación distribuida para reducir el consumo de combustibles fósiles importados del exterior.
A medida que crecen las necesidades de abastecimiento y seguridad de suministro se comprueba que los coses de un sistema energético vertical y centralizado son muy superiores a los de un sistema distribuido y descentralizado. Hoy día eso es posible por los avances en las tecnologías energéticas de generación que constituyen el cambio tecnológico más importante del siglo XXI. Fukushima, almacenamientos de residuos nucleares ATC y AGP, la Deepwater Horizon, el Fracking, Castor o El Musel son ejemplos de cómo el modelo energético convencional desprecia la cultura de seguridad porque las leyes les eximen de su responsabilidad civil que se carga a las espaldas de toda la sociedad con un coste inasumible. No es raro que la prensa económica comience a hablar de las alarmas sobre las energías de riesgo. De las reclamaciones de la industria del seguro, analizadas por la división de riesgos de Marsh, se concluye que las catástrofes naturales suponen el 22% de las pérdidas de las eléctricas a nivel mundial. El impacto de los desastres naturales en 2012 ascendió a 120.000 M€ en medio de una escasa conciencia pública y una inacción política injustificable.
Los avances tecnológicos y el nuevo papel del consumidor como eje central del sistema energético abren la puerta al derecho del cliente final a reducir sus costes energéticos como consumidor-generador y parte actica en la gestión de la demanda. Este hecho impone una transparencia en los costes energéticos imposible de obtener en un sistema centralizado y un nuevo modelo de negocio basado en todas las formas de ahorro y eficiencia energética que incentive la autosuficiencia energética de cada centro de consumo. El escenario de este nuevo modelo de negocio energético está en las ciudades y en los edificios.