La crisis financiera y económica que sufre España encierra otra crisis energética igual de importante que lastra la competitividad y el crecimiento.
Que se dedique el 5% del PIB a pagar a terceros países las importaciones de gas y petróleo o que nuestro diferencial de intensidad energética con la UE represente entre un 1,5% y un 3% del producto interior bruto supone una pérdida de riqueza de tal magnitud que sorprende que no se hayan arbitrado otras políticas para reducir una factura que grava a los consumidores, que representa un cuello de botella para el futuro desarrollo del país y nos condena a una vulnerabilidad e inseguridad nacional creciente por la insostenibilidad económica, ambiental y social de la dependencia energética.
El 14 de septiembre, el Presidente de Francia, F.Hollande, definió su nueva política energética como la “transición ecológica” para convertir la política medioambiental en motor de actividad económica. Las propuestas de Hollande plantean una reducción de la generación nuclear del 75% al 50%, no permitir la explotación de hidrocarburos no convencionales, elevar los objetivos de reducción de emisiones de CO2 al 40% en 2030 y 60% en 2040, desarrollar proyectos solares y eólicos en el mar y establecer una tasa al CO2 para las importaciones.
La UE aprobó hace un año la hoja de ruta energética para 2050 con objetivos de 100% de generación renovable, 50% de ahorro de energía y 90% de reducción de emisiones. Alemania está haciendo una planificación energética con esos objetivos, ahora se le une Francia, Japón acaba de triplicar sus objetivos de renovables y la Agencia Internacional de la Energía, en su informe de perspectivas tecnológicas del mes de junio, ha anunciado que las inversiones en renovables y eficiencia energética serán viables económicamente por su impacto en la reducción de las importaciones de gas y petróleo.
La geopolítica de los hidrocarburos no deja lugar a dudas. El año pasado el petróleo subió un 40% y la tendencia sigue alcista en 2012. Rusia, en su enfrentamiento con Europa por los precios del gas, se reserva fijar precios y regular el grifo según le convenga y los analistas de Citigroup afirman que Arabia Saudí será importador neto de crudo en 2030. La oferta cada vez será más escasa y cara. Por eso el cambio de un modelo basado en los combustibles fósiles es una tarea urgente y posible con fuentes autóctonas como las renovables.
El patrón de crecimiento de nuestra economía no cambiará si no se cambia a la vez el modelo energético y uno de los motores del crecimiento económico y de la competitividad será el impulso a la economía verde, al desarrollo de las renovables y al ahorro de energía. Es la transición energética pendiente.