El encanto de las antiguallas

El mayor ejemplo de estupidez humana se puede observar fácilmente en nuestra sociedad analizando la facilidad con que se han abandonado todas las viejas prácticas de uso eficiente de la energía por otras que han impulsado el mayor consumo de combustibles fósiles. Este es el origen de todas las crisis económicas desde 1973 hasta nuestros días.

Hasta la mitad del siglo pasado los edificios se construían con calefacción central, en las grandes ciudades existían tranvías, la bicicleta era un instrumento de trabajo y los trenes convencionales eran el principal medio de transporte de personas y mercancías. Un concepto notablemente torpe del progreso hizo que fueran desapareciendo estas antiguallas pasadas de moda y se sustituyeran por las calderas individuales de gas, los motores de combustión y las grandes infraestructuras para incrementar sin límite el tráfico y el transporte por carretera y los trenes de alta velocidad. El reciente anuncio de que se van a suprimir 48 líneas regionales de Renfe es el último exponente de esta política desaforada que ha confundido la modernidad con un modelo económico y energético basado exclusivamente en el mayor consumo de hidrocarburos.

Ese modelo, que ha valorado más la exuberancia a cualquier precio que la racionalidad, ha acabado en una gravísima recesión. Y nuevamente vuelve a aparecer la estupidez que no es capaz de comprender que las bases de cualquier futuro no se pueden establecer eliminando el conocimiento, el I+D, los científicos, los médicos con experiencia o los alumnos de la universidad, como las antiguallas que ahorraban la energía que no teníamos. Todo ha sido al revés de lo que nos contaron y lo estamos pagando.

La marca España se dice que es renovable porque nuestras empresas están presentes en todos los concursos internacionales. Lo que no se dice es que son las decisiones de los gobiernos desde que se inició la crisis las que han provocado la deslocalización de la industria nacional de renovables, la misma que lidera el mundo en patentes verdes, la misma a la que se echa la culpa de hundir los precios de los combustibles fósiles que importamos del exterior a un precio equivalente al 4% del PIB cuando el sol y el viento entran ilimitadamente y gratis por las ventanas de nuestras casas. La realidad es que se han paralizado las renovables porque somos el primer importador de gas de la Unión Europea y eso no solo hay que pagarlo sino consumirlo. El ahorro de energía, de esta manera, se convierte en otra antigualla.

Japón, desde las explosiones de sus reactores nucleares de Fukushima ha reducido su consumo de electricidad en un 15% y en 2013 su economía crece al 3,5%; España, desde que ha entrado en recesión ha eliminado sus políticas de ahorro energético y su economía decrece al -1,6%. Todo sigue siendo al revés de lo que nos cuentan.