La eficiencia energética primero, la autosuficiencia después

Pocas veces ha existido tanta unanimidad como después del anuncio del cambio que se abre en el uso de la energía con las baterías que el fabricante norteamericano de coches eléctricos TESLA se dispone a lanzar al mercado.

Bancos internacionales y fondos de inversión han coincidido en valorar los beneficios económicos de la combinación del almacenamiento y las renovables como nueva forma de generación y consumo de energía. Deustche Bank, Morgan Stanley, Bloomberg, HSBC y UBS anticipan una bajada de costes del almacenamiento y de la fotovoltaica de tal magnitud que aconsejan a sus inversores abandonar los combustibles fósiles por las renovables y el autoconsumo.

Los últimos informes sobre perspectivas tecnológicas de la Agencia Internacional de la Energía ya advertían que la electrificación va a ser la principal transformación que se va a producir en el mundo, con la consecuencia de una modificación del mix eléctrico a favor de las renovables. Por cada dólar invertido en renovables, se producirá un ahorro de tres dólares en combustibles fósiles.

Desde los principales centros financieros del mundo se reconocen ahora los beneficios económicos del almacenamiento que permite integrar masivamente las renovables, reducir costes del sistema, ahorrar inversiones en la red, marcar precios más bajos de la electricidad y gestionar la demanda.

Los informes que en 2012 emitieron la Comisión Nacional de Energía y la Comisión Nacional de la Competencia sobre el borrador de decreto de autoconsumo, describían estos mismos beneficios que para el sistema eléctrico y los consumidores representaba el autoconsumo. Nadie les hizo caso. Y desde entonces no se ha dejado de vapulear a las renovables y al autoconsumo como unos “aprovechados” del sistema. Tres años después, las finanzas internacionales corroboran los beneficios que en España se siguen negando a la generación descentralizada.

Reducir el análisis al beneficio económico puede ser un error fatal porque el único interés del sistema financiero es el dinero y la gestión de la energía es mucho más que eso. No se trata de producir más energía, sino solamente la que sea estrictamente necesaria. Y esta no es la lógica de los fondos de inversión.

La accesibilidad del almacenamiento y el autoconsumo significa que el Nuevo Modelo de Negocio Energético está aquí para quedarse. Se caracteriza por convertir al consumidor en parte activa del sistema eléctrico, como generador y gestor de la demanda a través del autoconsumo y el contador inteligente; y por un nuevo concepto de ciudad electrificada y conectada. La demanda es la que dicta el mercado y no la oferta.

El liderazgo energético se va a jugar en el campo del almacenamiento y la generación descentralizada a través del consumo de renovables y las tecnologías de ahorro de energía. No se trata de un negocio especulativo sino de introducir la innovación energética en la economía real, priorizando la eficiencia energética como política industrial. Y en ese liderazgo EEUU ya está por delante de Europa.

El objetivo de eficiencia energética se convierte así en el primer objetivo y el que va a arrastrar los de renovables y reducción de emisiones de CO2. No se trata de incrementar la cantidad de energía sino de gestionar la que sea indispensable. Solo así se reducirán los costes energéticos.

La definición de edificio de consumo de energía casi nulo es la que mejor expresa este cambio de prioridades: aquel edificio que, partiendo de un nivel de eficiencia energética muy alto, la poca energía que requiera se cubrirá con energía renovable producida in situ. La eficiencia energética es lo primero y, después, la autosuficiencia.

España ha decidido quedarse aislada de esta gran transformación energética al impulsar una regulación contraria al ahorro de energía y a favor de una oferta sobredimensionada de combustibles fósiles importados que necesariamente hay que consumir.

Como el autoconsumo equivale a ahorro, la reforma energética mantiene la doctrina que llevó al Gobierno a votar contra la Directiva de eficiencia energética en 2012 y expresar en el Plan Nacional de Acción de eficiencia energética 2014-2020 que España ya cumplió su objetivo de eficiencia para 2020 en 2012. Cualquier esfuerzo adicional se considera desproporcionado y una penalización para la recuperación económica. Son los mismos argumentos que las petroleras han utilizado para recurrir las aportaciones obligatorias que deben hacer al Fondo Nacional de Eficiencia Energética en cumplimiento de la Directiva.

Sostener un modelo de dependencia energética con sobrecapacidad de oferta a base de incentivar el consumo es la solución más cara y que nos llevará a futuras crisis. Con el tiempo, la reforma energética se convierte en contrarreforma, cuando el futuro lo está determinando la autonomía del consumidor en un mercado hiperabierto.